Cada verano, mi familia veraneamos en La Costa Brava. Tamariu, Llança, Begur, Llafranç L’Estartit y Cadaques son nuestros pueblos favoritos para disfrutar de un verano en familia.

Yo nací en Miraflores, un distrito costero de Lima, capital de Perú. La humedad en Lima puede llegar a alcanzar el 98% ¿os imagináis?. Mi casa queda en un barrio residencial frente a un acantilado con vistas al Océano Pacífico.

Crecí oyendo y oliendo las olas del mar. En verano veía pasar los parapente por mi ventana, los delfines nadar a sus anchas y en invierno la neblina entraba por la ventana como si de una peli de terror se tratara. No os exagero.

Os cuento esto porque la Costa Brava me recuerda del algún modo mi vida en Lima y lo que una vez fue Miraflores; un distrito tranquilo y residencial de gente muy amable y cercana. Más que un distrito, Miraflores parecía un pequeño pueblecito costero.

Por si todavía no habéis venido, la Costa Brava es la zona costera de Cataluña, empieza en Barcelona y acaba en la frontera con Francia (pero pertenece a Girona). Las playas que os he mencionado arriba están a hora y media de Barcelona, algunas un poco más. Para llegar, la mejor opción es en coche. No siempre hay tren directo y los autobuses no te dejan cerca de zona residencial.

Lo que más me gusta de veranear en La Costa Brava es que sin querer te adaptas a la vida de un pueblo pesquero; las callejuelas estrechas, el museo Dali, las ruinas romanas, las islas, la montaña, los preciosos cultivos y sus impresionantes calas.

Este año decidimos probar alquilando una casita con vistas a la montaña pero a cinco minutos de la cala Sa Tuna. Aquí pasamos un mes en familia, sin wifi y con la mejor compañía. Ha sido un verano maravilloso, muy emotivo en varios aspectos. Si cierro los ojos puedo volver a oír los pájaros despertarme cada mañana y el ruido de la tramontana cuando se hacía tarde. Sobre las 21:30 y empezaba a oscurecer.

Fotos: Dan Graetzer – Virginia Cámus y Bernat Bermudo